He ido a plazas de toros, aunque hace muchos años que no lo hago porque ver sufrir a un animal me produce desazón, al igual que las vaquillas de los pueblos, aunque no se les da muerte, se les golpea, se les pinchaba, se les tira piedras o se les pone unas bolas de brea en los cuernos que los dejan ciegos.
No creo ser un tiquis-miquis, ya que por profesión he estado en contacto con personas que sangraban y les he visto las entrañas sin inmutarme. Sin embargo considero que las corridas de toros es un espectáculo cruel. No he votado, porque no resido en Cataluña, porque si hubiera votado o tengo que votar en alguna ocasión, lo haré según mi conciencia en ese momento, hoy hubiera dicho no. En creencias de tolerancia respeto a los aficionados, respeto a los toreros y comprendo que si no existieran las corridas de toros esa especie de toro bravo desaparecería. Como estás decisiones han permitido a una región autonómica prohibirlo en su territorio de forma democrática debería ser allí legal y completamente admitido. Lo que es injusto es que se utilice esta decisión omo lucha de un partido político, que se enfrenta al pueblo catalán, o a quien no piensa como ellos.
En los pueblos y ciudades españoles, se han tirado cabras desde los campanarios, se hace arrastrar a caballos pesos enormes en competición y se han hecho o se hacen peleas de gallos y perros. Crueldad basados en la tradición y en la incultura, que origina hechos crueles. Los defensores de los animales han actuado en una región y a partir de ahora la recogida de firmas va a proliferar en otras autonomías, aunque otras que pertenecen a la derecha conservadora piensan elevarla a Fiesta Nacional sin querer admitir que los políticos están al servicio del pueblo soberano y que sus creencias particulares no pueden imponerse.
Nos rompan las vestiduras los taurinos, que otras prohibiciones estaban impuestas y los ciudadanos aprendieron a eludirlas, algunas denigrantes para el ciudadano como acercarse a Persignan a ver películas pornográficas, o un viaje a Cuba con el propósito de amores pagados que realizaban la hipócrita sociedad conservadora adinerada, o la circulación de libros que no llevaban el Nihil Obstat que gustaban a la obstinada izquierda.
Tampoco es comprensible que el líder de un partido, como Rajoy, quien no aporta nada a la vida estatal, venga ahora a hacerse líder de una idea de fiesta nacional que lo incluye en relación con fanatismos políticos, propio de su ineficacia ideológica desprovista de ideas validas, su oposición solo sirve para criticar con saña creyendo que ello le facilita el paso a La Moncloa. No tienen razón en difundir en los medios de comunicación, que está situación es responsable Zapatero, a lo cual estamos ya acostumbrados, pues en cualquier tema espera ver decisión del Gobierno para oponerse. El Señor Rajoy puede solicitar que las corridas de toros se declare como fiesta de interés general y cultural, y si no lo logra cuando el sea Presidente lo impondrá por decreto, con lo cual hará un terrible ridículo, en acto de imposición dictatorial a lo cual el, sus Presidentes Autonomicos, Presidentes de Diputación y Alcaldes están acostumbrados a no atender las opiniones, de los ciudadanos libres.
La Cospedal y la Aguirre culpan a los socialistas de tal situación, es un intento burdo de manipulación a los ciudadanos, pues Zapatero para nada se ha inmiscuido en esta situación, promovida por ecologistas y con asociaciones de personas sensibilizadas por el sufrimiento a los animales. Que pueden ser de cualquier ideología o pensamiento político. En el PSC, fueron 3 de los 31 diputados los que votaron a favor de las suspensión de las corridas de toros. Lo que si es cierto podría ser que algunos políticos catalanes demostraran su falta de afecto al Estado Español y al Partido del PP en particular
El PP que intenta rentabilizar cualquier situación contra el PSOE, debería entender que el termino España, es de todos los ciudadanos. Que FIESTA NACIONAL, es un slogan de la extrema derecha franquista, y que fomentar el sentimiento anticatalán separa y no une. Políticos listos y torpes los hay en todos los partidos, aunque el de Rajoy en apariencia y según se deduce de sus manifiestos, tiene más de los segundos que de los primeros.
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