La libertad de pensamiento y de palabra reconquistada por los escritores eran heraldos de la sociedad futura, ya Voltaire en el Siglo XVIII había de personificar con la ironía rimando sus primeros versos a la gloria de un rey, que quedo proclamando la libertad religiosa, el hecho constituía una bella audacia, tratándose de un joven que ya conocía la Bastilla.
Otro entonces joven, elevado en la concepción de la historia, llamado Montesquieu, no se dirige solamente a los opresores, no se limita a recurrir a la piedad, sino que se presenta como defensor de la justicia, y entre el conjunto de todos los pueblos investiga que es el derecho en su esencia, no es de un hombre, de una clase, ni de una nación, sino del hombre mismo. El alcance de su obra, excede con mucho en realidad el objeto que se había propuesto, porque si el derecho del hombre es intangible, toda autoridad que lo menoscabe, que limite su libre desenvolvimiento, es por eso inicua.
Comprendida lógicamente la filosofía de Montesquieu, que en otro tipo de ideas reproduce a la de Descartes: “Yo pienso y no es otro el que piensa en mi, reconozco que es justo y que ninguna otra justicia prevalecerá contra la mia. En tal concepto la sátira de las “cartas persas”, se eleva muy por encima de las patrias de las religiones y sobre todo de la rutina abominable de las leyes. ¡Todavía se quemaban sentenciados en Paris en 1726, y en la cárcel de Burdeos había calabozos horribles en los cuales las victimas, no podían estar sentados, echado ni de pie.
Los pensadores libres, los hombres desprendidos de la mentira convencional, de toda superstición religiosa y monárquica, no osaban decir todo, ni menos escribir por miedo a la Bastilla o al verdugo, su elocuente audacia no solía manifestarse comúnmente más que en los salones y de los cafés, excusada de antemano por la animación del discurso y de las replicas, la alegría y el ingenio de las ocurrencias. Además el pensamiento no vive solamente de si mismo, sino que se acomoda fácilmente a su medio. Escasos eran los escritores a quienes las condiciones ambientes les llevaron a hacia la independencia, del carácter y de la palabra, entre ellos los que eran funcionarios, el cargo terminaba por dominar a la valentía: El bello heroísmo, que en un principio se había atrevido contra el mecanismo social, se limitaba tal o cual abuso y no pedía más reformas.
En su visita a Inglaterra, fue recibido por altos personajes, como gran señor que era, y regreso a Francia fascinado por aquel Parlamento que había visto funcionar con bastante poder para contrarrestar el poder de la monarquía absoluta. En realidad la constitución británica, solo se aplicaba a una parte de la nación, la que comprendía a nobles, ricos antiguos y a los enriquecidos recientes por sus puestos en los municipios. La gran masa de del pueblo, campesinos, obreros, proletarios, quedaba fuera de este funcionamiento electoral. No obstante, aquel mecanismo de donde había de salir el equilibrio entre los dominadores de la nación, monarquía, nobleza y burguesía, más pareció tal obra maestra a Montesquieu, que su entusiasmo, hecho comunicativo fue compartido durante siglos por el mundo civilizado y este sistema acabo de ser adoptado universalmente. Tal fue la reforma que para muchos de los políticos oculto en su conjunto el verdadero problema de la emancipación humana.
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