Texto original de la brillante proclama de Vicente Blasco Ibáñez.
Uno de los motivos de la animadversión de los general ineptos contra el último gobierno constitucional fue que, según ellos, los ministerios de hombres civiles no les permitían, con sus restricciones, hacer una guerra victoriosa. Al señor Alba, que presentó con frecuencia objeciones a los disparatados planes de los generales, le odiaron como un traidor a la patria y desearon su muerte "porque estaba quitando al ejército días de gloria."
Triunfó el Directorio completamente; no tuvo ningún obstáculo; prodigó con el mayor derroche de dinero y hombres, y sin embargo, el fracaso no ha podido ser más ruidoso. Por lo pronto, estos generales metidos a gobernantes que debían haber hecho la guerra inmediatamente, permanecieron diez meses sin acordarse del ejército. Las tropas se mantuvieron todo ese tiempo en sus antiguas posiciones sin intentar ningún avance, lo mismo que estaban en tiempos del gobierno constitucional. Únicamente se han movido cuando Abd-el-Krim, que es el que dirige en realidad las operaciones, les atacó, derrotándoles.
Primo de Rivera, después de recibir el último golpe y verse obligado a una retirada, intenta justificar los porrazos que le han dado diciendo que él siempre fue partidario del repliegue de las tropas a las posiciones de la costa. Si es así, ¿por qué no realizó esa retirada desde el primer momento de su gobierno? ¿A qué sublime plan ha obedecido el permanecer diez meses haciendo viajes de triunfador por las provincias de España y dejando olvidado al ejército?
Este rayo de la guerra lo que hizo fue creer ilusoriamente que podría mantener las tropas en sus antiguas posiciones todo cuanto le diera la gana, esperando una ocasión propicia para conseguir algún avance que proporcionase falsa gloria a su Directorio. Pero no contó con que Abd-el-Krim, su antiguo compañero en Melilla, es más general que él. No pudo sospechar que éste corría de la zona oriental a la occidental, llevando la guerra a territorios hasta hace poco relativamente tranquilos.
Además, Primo de Rivera ha contribuido poderosamente a este desastre con uno de sus discursos. La oratoria de él y de Alfonso XIII no pueden ser más fatales para España. Estos dos aprendices de tribuno, moviendo sus lenguas, causan más daño a la nación que las armas de los enemigos.
Ya hemos dicho como el regio lector de la elucubración del jesuita Torres prestó un servicio sangriento a España. Miguelito, no menos discreto y prudente que Alfonso XIII, creyó necesario a los postres de un banquete en Málaga (¡siempre a la hora de las grandes copas!) comunicar a sus compañeros de mesa los planes militares en Marruecos, y anunció en un discurso, reproducido luego por los periódicos, que iba a abandonar gran parte de los territorios ocupados en África, limitándose a defender las antiguas plazas españolas.
Yo sé que el mariscal Leautey, gran especialista en asuntos marroquíes, se llevó las manos a la cabeza, escandalizado por la imprudencia estúpida de tal discurso.
-Esas cosas -dijo- se hacen si son necesarias, pero no se publican con anticipación.
Efectivamente, el discurso de Primo de Rivera anunciando la retirada, fue traducido al árabe por Abd-el-Krim para que circulase entre las tribus de occidente y produjo un efecto fulminante. Los moros amigos de España o simplemente neutrales, se apresuraron a sublevarse contra los españoles, atacándolos. Necesitaban tomar una actitud antes de que los dejasen solos nuestras tropas en retirada y quedasen ellos sometidos al vencedor Abd-el-Krim. Quisieron ser amigos de éste cuanto antes; hacer méritos para evitar su castigo... Y todos marcharon con belicosa emulación contra los soldados españoles, gracias a la imprudencia del hablador y petulante Miguelito.
El desastre en Marruecos occidental ha sido el mayor, durante las últimas semanas, que el desastre de Annual de 1921. El ejército, guiado por el Directorio, ha sufrido 17.000 bajas. En poder de Abd-el-Krim existen en este momento más de dos mil prisioneros. Han quedado abandonadas en manos de los marroquíes cantidades considerables de artillería y municiones. El caudillo rifeño se ha apoderado de parques enteros.
Además, muchos de los naturales de esta zona, sublevados previsoramente por el aviso que les dio el discurso de Primo de Rivera, estaban armados con fusiles que les habían entregado los mismo generales de España.
Abd-el-Krim sonríe ante las afirmaciones de ciertos bodoques amigos del Directorio, que dijeron en otro tiempo, por espíritu reaccionario, que era Francia la que daba a los rifeños armas para luchar, y ahora aseguran que es Inglaterra la que proporciona dicho material.
-¿Para qué necesito que me den armas las otras naciones de Europa? -contesta el jefe marroquí-. Me basta con las que me proporcionan los generales españoles en sus retiradas y sus derrotas.
Y así es; tal vez no llegue a emplearlas todas. Con tanta abundancia se las regalan Primo de Rivera y sus colegas en desastres.
, como no lo hizo ningún gobierno. Existen actualmente cuatro mil militares con empleos civiles. Unos son delegados del gobierno. Otros ocupan puestos en la administración pública. Los delegados militares que figuran al frente de los distritos fiscalizan los municipios, hablan a gritos a los alcaldes como si fuesen reclutas, gobiernan los pueblos lo mismo que cuarteles y dan sus disposiciones conservando en la mano el latiguillo de montar. Estos delegados cobran su sueldo de oficial, una gratificación del gobierno y una remuneración votada por los ayuntamientos que viven aterrados bajo su arbitrariedad de pequeños procónsules. Total, tres pagas. Aparte de esto, los ayuntamientos tienen obligación de proporcionarles casa gratuitamente para ellos y sus familias.
Todos los comisarios del Terror militarista son protegidos de Primo de Rivera y el principal núcleo de sus admiradores y sostenedores. Cuando el dictador viaja por las provincias, estos delegados con espuelas llevan a los ayuntamientos, lo mismo que si fuesen rebaños, a tributar ovaciones a Primo de Rivera, proclamándolo el Salvador de España.
Como el presidente del Directorio es hombre sin escrúpulos, que vive alegremente con la mentira y busca éxitos escénicos lo mismo que un comediante, se vale de todas estas gentes aterradas para engañar a su vez al resto del país. Alcaldes y secretarios y ayuntamientos firman por miedo todo lo que les exigen los delegados militares, y de este modo el Directorio, con estadísticas falsificadas, pretende hacer creer que bajo su mando se han conseguido las mayores moralizaciones y aumentado de un modo nunca visto los ingresos públicos.
Miguelito en el fondo no es mala persona. Aprovecho la ocasión para declararlo. Hasta ahora no ha matado a nadie y lo creo incapaz de ordenar el asesinato de Matteotti. Es verdad que tampoco necesita preocuparse de estas iniciativas. Tiene dentro de casa quien se encargue de asesinar.
El y todos los generales del Directorio son simplemente unos figurones, cuyo mayor defecto consisten en creerse con una superioridad mental y una sabiduría guerrera que nunca tuvieron. Tal es la ridícula soberbia de estos pobres hombres que acusan a todo el que los censura de enemigos de la patria. ¡Como si ellos fuesen la patria!... Pero al lado de dichos arlequines funciona como ministro de la Policía un verdadero facineroso, el general Martínez Anido que todo el mundo conoce en España. Este individuo lleva sobre su conciencia (si es que la tiene), más de quinientos homicidios cometidos por medio de asesinos llamados "pistoleros" que matan a sus órdenes.
Todos los criminales encerrados actualmente en los presidios de españoles tienen una historia más corta que la de este hombre. Martínez Anido ni siquiera puede ofrecer la excusa de ser un terrible y desinteresado verdugo al servicio del orden, como los generales que dirigían la policía de los zares en tiempos del absolutismo ruso o como su difunto cómplice, el coronel Arlegui, alcohólico y demente. En él van unidos la voluptuosidad roja de la matanza y el amor al dinero.
Los que conocen su vida como gobernador de Barcelona calculan que se llevó de ella mucho más de un millón de pesetas. Al mismo tiempo que ordenaba diariamente asesinatos, se hacía pagar contribuciones cuantiosas por las casas de juego, las casas de prostitución y los espectáculos lascivos. Una parte de estos tributos deshonestos los destinaba a establecimientos benéficos, el resto se lo guardó siempre sin dar cuentas. El diputado Layret (un paralítico) se propuso hablar de esto en el Congreso, pero antes de que pudiera hacerlo fue asesinado en una calle de Barcelona.
Primo de Rivera y los otros generales del Directorio pueden darse el lujo de parecer bondadosos y falsamente tolerantes. Su camarada Martínez Anido se encarga de matar por ellos.
Uno de los asuntos más urgentes de España es atender a la enseñanza pública. En ninguna de las naciones de Europa se nota más la falta de escuelas. Todos los partidos, hasta los de más extrema derecha, convienen en que el país está falto de enseñanza elemental. Según ciertos cálculos, necesita cincuenta mil escuelas nuevas para poderse colocar al nivel de los grandes pueblos europeos. El Directorio no ha hecho nada en esta materia durante el período de su mando. Dirá, seguramente, como todos los gobiernos monárquicos, que no tiene dinero para la enseñanza pública. Pero el dinero, ¡ay!, se encuentra siempre en España para hacer guerras que sirvan de entretenimiento a un rey deportivo, deseoso de jugar a los soldados...
La guerra de Marruecos cuesta actualmente CINCO MILLONES DE PESETAS todos los días. Con la mitad de esa suma se podrían sostener las cincuenta mil escuelas modernas que hacen falta, cambiando totalmente la faz moral de la nación. La mayor parte de los males de España tienen como causa la falta de nuevas escuela y la mediocridad y defectos tradicionales de las que existen.
Otro de los fracasos del Directorio ha sido su actuación en Cataluña. Primo de Rivera inició su movimiento contra la legalidad constitucional apoyándose en la burguesía catalana y halagando a los catalanistas. Al usurpar el poder los trató luego con una brutalidad desleal, que indigna a todo espíritu honrado. Autorizó fiestas públicas organizadas por los catalanistas, para darse luego el gusto de arrojar la caballería sobre la muchedumbre, sableándola a su placer. Ha preparado emboscadas para golpear al pueblo catalán, creyendo aterrarlo de este modo. Tal conducta ha servido para excitar más el resquemor de los catalanes, agrandando el abismo entre ellos y el resto de la nación.
El Directorio ha fracasado en todas las cuestiones de interés nacional. No ha hecho nada nuevo ni positivo.
Nadie debe creer en sus palabras, sus manifiestos, sus datos y estadísticas, todo es obra de falsificación y de embuste voluntario. Primo de Rivera es un cínico alegre que habla de las cosas del gobierno como si sostuviese una conversación a altas horas de la noche con abundantes copas sobre la mesa.
Algunas veces, los empleados viejos de los ministerios le han hecho observaciones sobre la excesiva familiaridad con que maneja las cifras y los datos como si fuesen pelotas de jugar, queriendo hacer ver gracias a ellos cosas completamente falsas. Pero Miguelito les contesta con una risotada de compadre desenfadado. Lo importante para él es engañar al país por el momento, hacerle creer que vive en un paraíso, y seguir adelante sin saber a donde va. Fía en el tiempo y en el azar para salir del atolladero en que se ha metido. Pero no saldrá de él.
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