De todos los generales del ejército español, el menos indicado para representar una revolución moralizadora es Primo de Rivera. No quiero valerme de la vida particular de mis enemigos; pero con Primo de Rivera resulta inútil este escrúpulo. El mismo, dándose cuenta de su situación, ha hablado varias veces, como si hiciese penitencia pública, de la existencia que llevaba hasta hace poco más de un año, o sea, antes de ser dictador. (Según dicen muchos españoles, continúa llevando en la actualidad la misma existencia, pero con un poco más de recato).
Durante más de treinta años, cuando los militares españoles querían mencionar un caso de favoritismo inaudito, de nepotismo, mencionaban a Miguelito Primo de Rivera. En la actualidad, las gentes siguen llamándole Miguelito, porque, aunque es teniente general y gobierna arbitrariamente a toda España, imponiendo sus voluntades al mismo rey, continúa siendo tan Miguelito como en la época en que era teniente. Su carácter no ha cambiado. Fue sobrino del capitán general Primo de Rivera que traicionó al gobierno revolucionario en 1874, ayudando a restaurar la dinastía de los Borbones.Este señor, que no tuvo hijos, concentró toda su influencia y su cariño en Miguelito para hacer de él, en poco tiempo, un continuador de las glorias de la familia.
Pocas veces se ha visto una carrera tan rápida. Ascendió casi tan aprisa como los generales de la primera República francesa y de Napoleón. Este mozo no pudo hacer un gesto sin que resultase un acto heroico. Allí donde España tuvo una guerra, allí estuvo él y a las veinticuatro horas de llegar ya había hecho algo extraordinario, únicamente comparable con las hazañas del Cid.
Reconozco que debe de ser un apreciable subalterno, un oficial valiente como los posee a miles el ejército español. Lo malo para estos miles de oficiales es que ellos no han tenido un tío como el capitán general Primo de Rivera, y sus actos habituales de valor sólo merecen cuando más una pequeña nota en la hoja de servicios. En cambio, Miguelito no desnudó jamás el sable sin que obtuviese un grado o un nuevo título de heroísmo.
Durante el período de las guerras coloniales, su tío hizo de él una especie de viajante comisionista del heroísmo militar. Lo envió a la guerra de Cuba para que obtuviese varios grados y cuando ya no era decente pedir más para él, lo remitió a Filipinas para que hiciera nueva cosecha. En resumen, que poco después de los treinta años ya era general; el general más joven del ejército español.
Jamás mandó un ejército. Ha sido siempre un subalterno. La primera vez que actúa de general en jefe es ahora, como presidente del Directorio, asesorado por otros camaradas no menos cubiertos de entorchados, condecoraciones y fajas.Estos oropeles vistosos no los libran a todos ellos de la vergüenza de ser zarandeados y golpeados por Abd-el-Krim, que fue su maestro de árabe y su compañero de juergas cuando vivía en Melilla como empleado del Gobierno español.
En Primo de Rivera el individuo resulta tan interesante como el "héroe". Yo he hablado con él dos veces nada más, pero como no resulta un personaje de grandes complicaciones intelectuales, hay de sobra con eso para conocerle. Nació en Jerez, la tierra del vino generoso, y tiene la verbosidad del meridional. Esto no significa una censura. Su facundia podía resultar un instrumento útil al servicio de una verdadera inteligencia. Pero Miguelito es algo así como un primo hermano de Alfonso XIII: un hombre de carrera fácil que se lo encontró todo preparado por el hecho de nacer, y cree saberlo todo y haber venido al mundo para solucionar los más difíciles problemas, diciendo una serie de perogrulladas...
Con su palabrería, suficiente y segura, me recordó a muchos generales improvisados que he conocido en México y en algunas pequeñas repúblicas de la América del Sur. Sólo le falta escribir versos malos para ser un perfecto héroe como los otros. Pero a falta de ello, redacta manifiestos casi pornográficos en los que alude a los órganos masculinos, echa requiebros a las mujeres españolas y comete extravagancias que hacen de él un personaje de horribles consecuencias para sus compatriotas, pero ameno y pintoresco para los extranjeros.
Tiene la locuacidad disparada de un barbero a la antigua con faja de general, de un Fígaro que mientras afeita al parroquiano arregla con su interminable y segura facundia la suerte del país. Diré más adelante cuáles fueron los primeros actos de gobierno del moralizador Miguelito.
En realidad, resulta una ironía de la suerte haber escogido a este alegre soldado para defensor de los principios morales. Primo de Rivera es eternamente joven, con una juventud vulgarota y escandalosa, buena para una guarnición de provincias. Recuerdo lo que contaban de él en Valencia cuando era capitán general de dicha región. Una vez, la gente se indignó contra él porque en el palco de un teatrillo le sorprendieron con una corista, consumando casi en presencia del público lo que los demás sólo se atreven a hacer a puerta cerrada.
De sus tiempos juveniles guarda la afición a visitar por la noche ciertas viviendas que en Francia ostentan un gran número sobre su puerta.
Aún en la actualidad, siendo dueño absoluto de España, los trasnochadores de Madrid encuentran muchas veces su automóvil oficial detenido en las cercanías de las más reputadas casas de lenocinio. Estas casas quedan cerradas para sus habituales parroquianos cuando las visita por la noche Su Excelencia y sus amigos.
Además, Primo de Rivera es uno de los más famosos jugadores de España. No hay círculo de juego que no le haya tenido por cliente. Se ha jugado lo suyo y lo de otros, y cuando se apoderó del gobierno para moralizar a España, andaba, según dicen, muy falto de dinero.
El último Gobierno lo envió de Capitán General a Cataluña por un azar,porque no había disponible para dicho puesto otro general. Desde el primer momento explotó su situación, ofreciéndose como un héroe a las clases más conservadoras y retrógradas de Barcelona. Este hombre tiene la monomanía de los órganos sexuales y a cada momento los alude en su conversación o los menciona en sus documentos políticos. Atropellando a los distintos gobernadores civiles que pasaron por Barcelona, hizo intervenir su autoridad caprichosa en todos los conflictos sociales. Muchas veces los patronos quisieron transigir con los obreros en huelga, por considerar de poca importancia las diferencias que les separaban; pero él se opuso a todo arreglo.
-Déjenme a mí -decía- ya es hora que estos canallas se encuentren con un hombre de muchos... como yo. Voy a meterlos en un puño.
Desde la Capitanía General de Cataluña se entendió con el rey para un golpe militar que derribase al gobierno constitucional. El golpe no pudo ser más fácil. El gobierno presidido por el marqués de Alhucemas era un gobierno de gente débil que no opuso la menor resistencia. Además, el general Aizpuru, ministro de la Guerra en dicho gabinete, fue un hombre desleal y sin escrúpulos, un traidor que se entendía con sus compañeros sublevados y desde el Ministerio ayudó y facilitó su complot. Por esto el Directorio, una vez triunfante, lo premió nombrándole Alto Comisario en Marruecos.
Comentario: Era la preparación para el fascismo que sometió nuevamente a la dictadura enfrentada a la democracia.
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