Texto original de la brillante proclama de Vicente Blasco Ibáñez.
Prosigamos hablando de la vileza actual de España, obra del régimen monárquico. Alfonso XIII acabó por no poder vivir tranquilamente a consecuencia de los males provocados por su mismo régimen; por un lado, el separatismo; por otro, la guerra social; por otro, la debilidad de los gobiernos, que mejor merecían el título de desgobiernos, debilidad que es también de origen monárquico; un resultado de las intrigas a que se muestra tan predispuesto el rey.
En tiempos de Alfonso XII y de la reina Regente sólo había dos partidos dinásticos: el liberal y el conservador, dirigidos por Cánovas y Sagasta. Este turno en el disfrute del gobierno resultaba una comedia ridícula, pero como los jefes sólo eran dos, inspiraban respeto a los reyes y les era fácil entenderse para imponer su voluntad a la familia real y a sus cortesanos. Alfonso XIII, en su deseo de ser monarca absoluto y quebrantar el régimen constitucional, se ha dedicado a fraccionar y subdividir los antiguos partidos gobernantes. Por medio de intrigas y enredos sublevó a los lugartenientes contra sus jefes, premió a los traidores, apoyó a los disidentes e hizo de cada uno el jefe de un nuevo grupo al que prometió el poder. De los dos antiguos partidos hizo surgir una docena, siguiendo la jesuítica máxima de "divide y vencerás".
Gracias a esta política de fraccionamiento, ningún partido gobernante tuvo, desde hace años, fuerza suficiente para mantenerse en el poder. Cada gabinete sólo pensó en defenderse de sus rivales, en sostenerse a toda costa, y para conseguirlo, el gran medio fue mostrarse obediente a las insinuaciones del rey.
Un país corrompido moralmente por la monarquía, agitado por el separatismo, mal gobernado por unos ministerios que sólo podían pensar en su propia existencia, marcha fatalmente a la ruina. La monarquía española ha sido víctima de su propia obra. Asustada por las luchas sociales, ha buscado remedio en una dictadura militar que podía favorecer al mismo tiempo sus instintos absolutistas. Pero es la misma monarquía la que creó la enfermedad nacional que ha pretendido curar luego por medio de la brutalidad militarista.
La influencia fatal y corruptora que los Borbones españoles ejercieron sobre toda la nación, la han hecho sentir igualmente sobre el ejército.
Durante el siglo XIX, el ejército español intervino frecuentemente en la vida política, unas veces en sentido liberal, otras en sentido reaccionario. Pero los militares mostraban en sus sublevaciones cierto idealismo liberal o retrógrado, y este idealismo pudo representar en ciertos momentos una esperanza para el país.Alfonso XIII, y antes de él su madre, mataron también este espíritu del antiguo ejército, convirtiendo a los militares en unos burgueses sindicados, que sólo se preocupan de las ganancias de su profesión.
Así surgieron las llamadas Juntas militares, en 1917. Estas Juntas fueron, sencillamente, unos soviets con uniforme, en los que sólo figuraban militares de subteniente a coronel. Tales soviets de casta, copia a estilo retrógrado de los de Rusia, fueron la manifestación de las aspiraciones de una categoría social que se había dado cuenta de su importancia y quería explotarla.
Ya hemos dicho cómo los reyes pensaron únicamente en halagar y formar el ejército a su semejanza, para estar seguros de su apoyo. El ejército, al tener conciencia de lo necesario que resultaba para la monarquía, empezó a exigirle por medio de sus Juntas aumentos de sueldo y absorbentes privilegios, acabando por formar dentro de la nación una casta aparte, con leyes especiales que lo han hecho intangible e indiscutible. En España se puede discutir todo, hasta la existencia de Dios, pero el que discute un acto de los militares va inmediatamente a la cárcel y se ve sometido a un consejo de guerra, aun cuando sea paisano.
Tal fue la soberbia de los directores del militarismo al tener plena conciencia de su importancia dentro de la monarquía, que las Juntas discutieron con el rey y le impusieron su voluntad. Pero Alfonso XIII, considerando el ejército como una creación de su familia, aceptó tales faltas de respeto como un mal pasajero, y creyó que gobernando con personajes militares sería más dueño del país que acompañado de hombres civiles.
Comentario: Durante la primera fase de la dictadura (el Directorio Militar, entre 1923 y 1925), persiguió a los anarquistas (cuyo sindicato CNT fue declarado ilegal) y a los comunistas (que se habían escindido del PSOE y adherido a la III Internacional), suprimió la Mancomunidad de Cataluña(primer órgano administrativo que abarcó a toda Cataluña desde el siglo XVIII), eliminó los partidos políticos, creó un partido único, la Unión Patriótica (1924), reforzó el proteccionismo estatal en favor de la industria nacional, fomentó la construcción de grandes obras públicas y prohibió el uso de las lenguas regionales en los actos públicos.
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