Instrumentos, utensilios, herramientas, todo lo creado por el hombre para facilitar la consecución de un fin útil para el y para los que lo rodean. El hervidor es uno de esos utensilios que nos ayudan a conseguir el agua caliente en muy poco tiempo, agua hervida que podemos emplear para preparar muchos alimentos y también como medio de ataque o defensa en caso de necesidad.
Últimamente, me estoy fijando que algunos partidos especialmente virulentos en la defensa de sus ideas tienen siempre cerca de los micrófonos y cámaras un hervidor. Este es una persona capacitada y preparada en diferentes cursillos de relaciones pública que puede provocar un calentamiento rápido y convincente en sus oponentes.
El principal partido de la oposición es el que más ha diseñado estos hervidores en las dos legislaturas que se está comiendo actualmente. Esa capacidad para insultar, faltar a la verdad, tergiversar las palabras del otro, lanzar hipótesis vergonzantes, y descalificar al adversario es consecuencia de un principio que se ha enseñado en muchas escuelas norteamericanas de management y que Goebbels puso en práctica hace mucho tiempo: una mentira repetida mil veces se convierte en realidad. Y el hervidor de turno es el elegido para este menester, el horror es que muchísima gente se traga esas mentiras sin el más mínimo esfuerzo reflexivo.
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