16 mayo 2010

EXPLOTACIÓN INFANTIL




LA EXPLOTACIÓN INFANTIL.

En un viaje a la Manga del Mar Menor (Murcia), me dirijo a los campos de Cartagena, para conocer el entorno minero llegó a Portman, el Puerto Mágnum de los romanos. Aquí en esta sierra, cartagineses, romanos y todas las civilizaciones hasta 1960, y durante dos mil años, han extraído minerales de las montañas de esta sierra…, hierro, plomo, carbón, plata y zinc.

En la carretera me encuentro con un caminante, y le pido orientación, el hombre aparenta ochenta años, su cara y manos presenta el característico aspecto de los mineros que han tenido accidentes y aunque sus heridas fueron bien lavadas con agua oxigenada, los restos de polvo de carbón quedan debajo de la piel y como un tatuaje están para siempre en los rostros. Me da información del entorno, y cuando le pregunto desde que edad trabajó en la mina, me deja sorprendido y me estremece “desde los doce años”. Algo muy provechoso para los empresarios porque el salario de los niños era cerca de la tercera parte a la de los adultos. Así, chicos de 10 ó 12 años, e incluso menores, eran empleados en las minas, en un horario de trabajo de sesenta horas semanales. Los niños trabajaban en el pozo, a una profundidad de 300 metros, con su pico a la tenue luz de un carburo, excavaban túneles en busca de minerales. Si encontraban material, ya se encargaban los mayores de iniciar los trabajos de extracción. Si no encontraban, el túnel se abandonaba para abrirlo unos cientos de metros más adelante.

Charles Dickens informó de los abusos de lo niños ingleses en el trabajo y describió la vida de los explotados a los que se les arrebató la infancia en un mundo despiadado de adultos. Se divulgó que en las explotaciones mineras en Brasil se han utilizado niños en la busca de gemas, y más reciente en 2010 tambien en Centro-África trabajan niños en las explotaciones del coltán, el mineral que las superpotencias se disputan su producción. Sin querer advertir que parte de la extracción se realiza con niños, contraviniendo los acuerdos internacionales de los derechos humanos. Triste y estremecedor la situación de estos niños sometidos a la esclavitud económica.

Mi informador Antonio “el minero”, dice que era normal en su juventud, y lo fue hasta el año 1950. Esta cruel situación se aceptaba por las familias como algo habitual dada la mentalidad de la época y la dramática situación creada por las necesidades de las familias obreras. Los niños al abandonar la escuela y dedicarse al trabajo, fueron condenados a la ignorancia, dramático es imaginar a niños que desde muy temprana edad estuvieron sometidos a la explotación.

Reproduzco las declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad, recogidas por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas inglesas en 1842:

Soy una trabajadora del pozo Gawber. No me cansa, pero tengo que trabajar sin luz y tengo miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, para salir a las cinco y media pasadas. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero en la oscuridad no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. Me enseñan a rezar. (Repite la oración del Señor, no a la perfección, con la siguiente oración: "Dios bendiga a mi padre y mi madre, hermana y hermano, tíos y tías y primos, y todos los demás, y Dios me bendiga para que sea una buena servidora. Amén". He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra, y no sé por qué murió, pero si que utilizaba piedras para apoyar la cabeza cuando descansaba. Me gustaría estar en la escuela mucho mejor que en el pozo de la mina.

Por si os hubiera quedado alguna duda, añado otra historia de Mary Barrett, de 14 años de la misma procedencia:

He trabajado en el pozo cinco años, mi padre está trabajando en la boca al lado, tengo 12 hermanos y hermanas, todos ellos menos uno vivimos en casa, uno es un contador, una de ellas puede leer, ninguno de los demás saben leer, ni escribir, nunca fueron a la escuela ni un día, pero ahora tres de ellos van a la escuela dominical yo tampoco se leer ni escribir.

No me gusta trabajar en la boca, pero me veo obligado a ganarme la vida, yo trabajo siempre sin medias, ni zapatos, ni pantalones, no me pongo nada, solo mi camisa, pues tengo que ir a las partidas con los hombres, que están todos desnudos, allí estoy muy acostumbrada a eso y a ellos no les importa nada, yo tenía miedo al principio y no me gustaba, pero nunca se comportan con rudeza ante mí.

En las fotografías que se conservan de la época en la minería unionense se pueden ver a cientos de niños entre las cuadrillas de mineros. Estremece verlos cómo muchos sonreían a pesar de lo crudo de su existencia…, desconocían que el drama que había comenzado les acompañaría para siempre. Cuando a los propietarios de las minas, les descendió la rentabilidad, desaparecieron para invertir en la Manga y especular en terrenos. Aquellos niños se encontraron sin trabajo, con formación profesional no reconocida, en algunos casos enfermos de sicilosis afección irreversible que incapacita, con secuelas que les acompañaría de por vida. Los sanos solo tuvieron la solución de la emigración.

Con este escrito pretendemos rendir homenaje a los que fueron y son forzados héroes anónimos, injustas victimas de la explotación industrial, de la codicia humana, del desmedido afán de lucro.

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