07 septiembre 2010

Parte 8ª “UNA NACIÓN AMORDAZADA POR LA DICTADURA MILITAR “ Con Primo de Ribera y Alfonso XIII.


Texto original de la brillante proclama de Vicente Blasco Ibáñez.

Alfonso XIII siguió con inquietud el trabajo de esta Comisión, cuyas funciones eran completamente nuevas. Se iban a hacer públicas en el Parlamento su desdichada intervención en la guerra, sus actos de rey absoluto, su desprecio a la Constitución.

Había que ahogar este escándalo enorme y para ello apresuró el golpe de Estado que estaban preparando los militares y que produjo el Directorio actual.
Una parte del ejército venía conspirando de acuerdo con el rey, pero la fecha de la sublevación se había fijado para más adelante.
Al saber Alfonso XIII que la Comisión de los Veintiuno había terminado su información e iba a hacerla pública el veinte de Septiembre, dio orden a Primo de Rivera para que adelantase el golpe de fuerza.

Primo de Rivera, acelerando sus preparativos, con la seguridad que le daba el apoyo del rey, se sublevó en Barcelona el día trece. Uno de los primeros actos de los militares triunfantes fue enviar un oficial de gran confianza al palacio del Congreso, en Madrid, seguido de fuerte escolta. En una de las secciones, donde se había reunido la Comisión de los Veintiuno, estaba guardado el famoso expediente sobre las responsabilidades de la derrota de Annual. El enviado del Directorio se incautó de él, y nadie ha sabido más de tan importante legajo. Deben haberlo destruido.

Pero los individuos de la Comisión viven todos y muchos de ellos guardan nota de las declaraciones que escucharon y los documentos que leyeron.

En el curso de los últimos cincuenta años, la monarquía española únicamente ha pensado en halagar al ejército. Creyó que teniendo a sus órdenes la fuerza armada no debía preocuparse de otra cosa. Al que protestase se le ametrallaría. Cuando con la adhesión de las tropas podía permitírselo todo y vivir descansadamente.

El resto del país no ha existido para los reyes. Debo valerme de una imagen para expresar con más exactitud las relaciones de la monarquía con España. Los Borbones han considerado al pueblo español como si éste fuese una máquina de vapor que les estorbaba con su movimiento ruidoso. Prefirieron los reyes el silencio, la calma absoluta de la nada, y dedicaron su tiempo y sus energías a la supresión de dicha máquina. Colocaron puntales sobre los émbolos para ahogar su ruidoso dinamismo; apagaron sus fuegos, dejaron correr el agua sobre los hogares generadores de fuerza y otras partes de la maquinaria nacional. Ésta ha acabado por paralizarse y oxidarse. Se han roto sus engranajes y se está deshaciendo pieza a pieza.

Yo, español, declaro con dolor y vergüenza, que España es en estos momentos el país más desorganizado de la tierra. Sus regiones más ricas y laboriosas muestran una tendencia instintiva al separatismo. Son miembros que aún laten con vida propia y quieren separarse del resto de un organismo que consideran podrido. Tal es el caso de Cataluña y otras provincias.

Además, durante medio siglo, la monarquía ha convertido en un pueblo materialista y de profunda bajeza moral, a esta España que fue antes una nación romántica, con ideales tal vez equivocados, pero siempre generosos.

Hasta hace un cuarto de siglo, existieron dos Españas: una, tradicionalista; otra, liberal; una, partidaria de las glorias del pasado; otra, deseosa de implantar los progresos más audaces; pero ambas tenían sus ideales respectivos y estaban dispuestas a dar su vida por algo generoso. La monarquía de Alfonso XIII y de su madre ha creado una España cínicamente materialista, que sólo piensa en los provechos vulgares e inmediatos, no cree en nada, no espera nada, y acepta todas las vilezas del momento actual porque le falta energía para arrostrar las aventuras del porvenir, al otro lado de las cuales se halla su libertad. El país de Don Quijote, gracias a la monarquía de los Borbones, se ha convertido en el asno de Sancho Panza: glotón, cobarde, servil, incapaz de ninguna idea que exista más allá de los bordes de su pesebre.

Las clases acomodadas muestran la crueldad del miedo, que es la peor de las crueldades. Temen moverse, cambiar de postura, aun con la certeza de que este cambio puede ser favorable para el país, y proclaman con brutalidad su amor al garrotazo, declarándose partidarios de toda solución que prometa el fusilamiento como primera medida.

Las masas obreras, por su parte, muestran una violencia más extremada que en ninguna otra nación. Cada vez que han exteriorizado sus deseos se han visto ametralladas en las calles por toda respuesta. El obrero desarmado, como no puede batirse con el militar poseedor de las herramientas de muerte más perfeccionadas, apela al atentado personal. En resumen, las luchas sociales que se desenvuelven en los demás países en una forma más o menos atenuada, adquieren sobre el suelo español, gracias a la monarquía, el carácter de una guerra salvaje.

En cincuenta años, los reyes de España no han creado escuelas, no se han preocupado del progreso intelectual del país. El pueblo español se ve elogiado en todo lo que tiene de más bárbaramente tradicional. Los defectos seculares son considerados y ensalzados por los monarcas como virtudes patrióticas. Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII y su hijo, Alfonso XIII, imitaron siempre el lenguaje y las acciones de los toreros los "golfos" de Madrid, considerando esta degradación como algo nacional. Los españoles que muestran una cultura con arreglo a la civilización de otros pueblos son tachados de malos patriotas y extranjeros.

Al llegar aquí, considero conveniente decir algo, aunque sea en breve aparte. La actual reina de España, que es inglesa por su nacimiento, resulta una especie de prisionera moral dentro del palacio de Madrid. Durante la guerra, que arrebató a un hermano suyo, oficial inglés, vivió en resignado aislamiento en medio de una Corte donde todos eran germanófilos, incluso su marido. En los momentos actuales, esta señora, a causa de su educación británica, debe sentirse asombrada viendo cómo su país, uno de los primeros del mundo, es gobernado por hombres civiles, por hombres liberales, mientras la atrasada monarquía española rasga su Constitución y es regida por una tiranía como la Rusia de los zares.

Comentarios:

La tentación de los malos gobernantes, es mantenerse apoyado por las fuerzas, que debían procuar la defensa del pais y no la defensa de la dictadura.


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