26 diciembre 2010

EL LENGUAJE DE LOS OJOS TAN COMUNICATIVO COMO EL ORAL


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En muchas culturas diferentes existen leyendas sobre el “mal de ojo”, mirada que ocasiona perjuicios a la persona que la recibe. En tabletas de arcilla atribuidas al tercer milenio a. C. hay referencias sobre una deidad que poseía el “mal de ojo”.

El sabio judío Rab, en el tercer siglo d. C. sostenía que el noventa y nueve por ciento de las muertes se producían por el “mal de ojo”. La gente creía que algunas veces estos extraños poderes oculares se adquirían en un pacto con el diablo, y en otras oportunidades que era una maldición que caía sobre un inocente. Se decía que el Papa Pío IX, electo en 1846, era el poseedor inocente de dicha condición maligna. Se consideraba que su bendición era indefectiblemente fatal.

También ha existido la creencia paralela de que usar una larga mirada fija servía de magia protectora, y hasta 1947 los barcos que navegaban por el Mediterráneo solían llevar pintados ojos protectores.

En 1957 se presentó ante la comisión del Congreso el caso de un empresario norteamericano que había contratado los servicios de una persona para que cada tanto mirara de cierta manera a sus empleados, una muda amenaza que los impulsaba a trabajar más intensamente.

¿Por qué existe el tabú sobre la mirada fija? Por supuesto puede explicarse como parte de la herencia biológica que compartimos con otros primates. Otra explicación posible: El lugar hacia donde mira una persona nos indicará cuál es el objeto de su atención. Cuando un hombre (o un mono) mira fijamente a otro, indica que su atención está concentrada en él pero no proporciona señales de cuáles son sus intenciones, lo que ya de por sí es suficiente para hacer que nos sintamos nerviosos.

A pesar de que todas las culturas desaprueban a la persona que mira fijo, exceso varía de una cultura a otra, algunas son más estrictas, aunque la mayoría de las sociedades consideran tabú el exceso de intimidad, o de libre expresión en las emociones.

· Los norteamericanos interpretan el contacto ocular prolongado como un signo de atracción sexual que debe ser escrupulosamente evitado, excepto en las circunstancias íntimas apropiadas.

· El antropólogo Edward Hall ha observado que los árabes se paran muy cerca para conversar y se miran intensamente a los ojos mientras hablan. Por otra parte, existen sociedades en el Lejano Oriente donde se considera de mala educación mirar a la otra persona mientras se conversa.

· Para los norteamericanos, la mirada prolongada de los árabes resulta irritante; pero evitar los ojos totalmente como lo hacen en el Lejano Oriente, representa un síntoma de enfermedad.

· Los ingleses, a no ser que estén muy cerca, fijan intensamente los ojos en los de su interlocutor, y parpadean señalando que están prestando atención.

· En Israel la gente mira fijamente de arriba abajo y no consideraban extraño mirar fijo a una persona en la calle.

· En Francia se admite que un hombre mire abiertamente a una mujer por la calle. Más aun, las mujeres francesas suelen quejarse de que se sienten incómodas en las calles de Norteamérica, como si repentinamente se hubieran tornado invisibles.

· Las personas que no se conocen piensan que mirar fijo en público es una intromisión en la intimidad, y ser sorprendido en esta actitud es embarazoso. La mayoría de las personas se enfrenta con el problema de no saber hacia dónde mirar cuando comparten con otra un espacio pequeño como el ascensor.

Un día mientras estás sentado en un jardin, levantamos la vista, y te encuentras con la mirada fija de un desconocido/a que te observa inexpresivamente, y que no se altera cuando le devolvemos la mirada. Con seguridad, mirará rápidamente hacia otro lado y luego de unos segundos se volverá hacia él para ver si todavía le sigue observando. Si continúa haciéndolo, lo miraras varias veces y a medida que lo hagas, si la persona persiste en su actitud, entraremos en alarma.

La forma de mirar fijo, es un medio de amenaza para muchos animales como así también para el hombre. Un naturalista que estudió el comportamiento de los gorilas montañeses en la selva, registró esta especie de “combate de miradas fijas” entre los machos. Los monos son sensibles a la mirada hasta un límite increíble. En otro experimento se expuso a varios monos Rhesus a las miradas de un hombre que estaba oculto. Inmediatamente comenzaron a parecer deprimidos y al controlar sus ondas cerebrales, se descubrió que cada vez que el hombre los miraba directamente se notaban alteraciones en el esquema de las ondas. Resultaba difícil entender cómo sabían cuándo se los miraba directamente y cuándo no, puesto que no podían ver al hombre que lo hacía; pero este comportamiento parece ligado a una experiencia humana muy común. Casi todos hemos sentido en alguna oportunidad la incómoda sensación de ser vigilados y luego confirmar nuestra sospecha al darnos vuelta. Consideramos que un sonido apenas audible o un movimiento ínfimo, captado en la visión periférica, nos ha brindado esa sensación.

Cuando dos personas se miran mutuamente a los ojos, comparten una sensación de placer o de enojo. Podemos leer el rostro de otra persona sin mirar sus ojos, pero cuando los ojos se encuentran no solamente sabremos cómo se siente el otro, sino que él sabrá que nosotros conocemos su estado de ánimo. El contacto ocular nos hace sentir abiertos, expuestos y vulnerables. Jean Paul Sartre sugirió una vez que el contacto visual es lo que nos hace real y directamente conscientes de la presencia de otra persona como ser humano, que tiene conciencia e intenciones propias. Cuando los ojos se encuentran se nota una clase especiar de entendimiento de ser humano a ser humano.

Las reglas de la etiqueta establecen una gran diferencia entre no saludar a una persona simulando no verla, o no hacerlo luego de mirarla y negarse a reconocerla. Esto último representa una ofensa mucho mayor. Los movimientos de los ojos, por supuesto, determinan qué es lo que ve una persona. Los estudios sobre la comunicación han demostrado el hecho inesperado de que estos movimientos también regulan la conversación. Durante el cotidiano intercambio de palabras, mientras la gente presta atención a lo que se dice, los movimientos de los ojos producen un sistema de señales que indican al interlocutor su turno para hablar.

Las señales visuales cambian de significado de acuerdo al contexto. Existe una gran diferencia entre:

· Recibir una prolongada mirada cuando uno está hablando (en este caso puede ser halagador) o percibir la misma mirada en alguien que nos habla.

· Un individuo puede expresar muchas cosas mediante su comportamiento visual, tan solo exagerando levemente los patrones habituales. Si mira hacia otro lado mientras escucha al otro, le indica que no coincide con lo que el otro le dice. Si mientras habla vuelve los ojos hacia otro lado más tiempo del habitual, denota que no está seguro de lo que dice o que desea modificarlo.

· Si mira o la otra persona mientras la escucha, le indica que está de acuerdo con ella, o simplemente que le presta atención. Si mientras habla mira fijamente a la otra persona, demuestra que le interesa saber cómo reacciona su interlocutor ante sus afirmaciones, y que además está muy seguro de lo que dice.

· Mientras una persona habla, puede en realidad tratar de controlar el comportamiento del que escucha mediante movimientos oculares. Puede impedir una interrupción evitando mirar a la otra persona, o puede animarla a responder mirándola con frecuencia.

· Cuando a una persona le agrada otra, es probable que la mire más frecuentemente que lo habitual y que sus miradas sean también más prolongadas. La otra persona interpretará esto como un signo de cortesía de que su amigo no está simplemente absorto en el tema de la conversación, sino que también se siente interesado por ella como persona.

· También cuentan las expresiones faciales, la proximidad, el contacto físico si existe y lo que se dicen entre sí. Pero a la mayoría de nosotros, sin embargo, nos resulta más fácil decir “me gustas” con el cuerpo y especialmente con una mirada, que con palabras.

· Los que son más afectuosos, suelen mirar mucho, como los individuos que, según los psicólogos, tienen más necesidad de afecto. Denominada también “motivo de amor”, la necesidad de afecto es el deseo de formar una relación cálida, afectiva e íntima con otras personas, necesidad que todos sentimos en mayor o menor grado.

· La persona que se encuentra turbada o a disgusto, y que trata de evitar la mirada de las otras.

· La persona que mira menos cuando hace una pregunta personal, que cuando formula otra más general. Algunos individuos suelen desviar la mirada notoriamente cuando están faltando a la verdad.

El comportamiento visual está determinado por el género. Parece ser que las mujeres, por lo menos en el laboratorio, miran más que los hombres, y lo mantienen por más tiempo. También existen otras diferencias más sutiles. Tanto los hombres como las mujeres miran más cuando alguien les resulta agradable, pero los hombres intensifican el tiempo de la mirada cuando escuchan el final de una conversación, mientras que las mujeres lo hacen cuando son ellas las que hablan. Una explicación de estas diferencias reside en el hecho de que les enseñamos a las niñas y a los varones a demostrar sus emociones de manera diferente.

Entre los hombres, como así también entre los animales, la manera de mirar frecuentemente refleja el status. El ejecutivo se considera con derecho de mirar desafiantemente a su secretaria; la secretaria lo hace con la aspirante, los tres sentirían que algo no funciona bien si se alterara dicho esquema.

En la reacción emocional. El tamaño de las pupilas se ve afectado no solamente por la visión, sino también por el gusto y el sonido. Cuando se les dio a las personas distintos líquidos para gustar, sus pupilas se dilataban ante cada uno de estos, tanto los agradables como los desagradables, pero se agrandaban más ante un sabor preferido. Las pupilas también se expanden ante el sonido de la música, pero un amante del folklore reaccionará más ante el sonido de una guitarra que ante los primeros acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Se dice que los vendedores chinos de jade examinan las pupilas de sus presuntos clientes para poder descubrir cuándo una pieza les interesa especialmente y pedir entonces un alto precio por ella, los vendedores chinos de jade deben poseer una habilidad muy especial, porque existe la posibilidad de que el vendedor que se aproxime al cliente para lograr una buena visión de las pupilas, lo alarme de tal manera que lo haga huir despavorido.

Las aplicaciones prácticas de la “pupilometría” son obvias. En la Edad Media, las mujeres solían emplear belladona para dilatarse las pupilas y parecer más atrayentes. Sin embargo, dudo que la observación de la pupila pueda ser de uso práctico para el ciudadano común que mira a simple vista.

Probablemente el no experto piensa que existe demasiada información respecto al comportamiento visual. En la mayoría de las situaciones, la intuición sumará muchos pequeños mensajes no-verbales que permitirán obtener una conclusión o por lo menos un indicio sobre lo que piensa nuestro interlocutor. Si esto se, consigue es probable que la clave que más haya influido después de la expresión facial sea el comportamiento visual. La afirmación de que “miramos para ver” es una verdad sólo parcialmente cierta con respecto a los encuentros cara a cara.

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