16 febrero 2010

1936. EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, y GENERAL FASCISTA ENFRENTADOS.



Foto de members.fortunecity.es

Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) Escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98.
Estudió filosofía y letras en la universidad de Madrid, época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer, Friedrich Hegel y Karl Marx. Se doctoró con la tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, y poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana.
Escribe de su experiencia personal a fin de dilucidar la oposición entre la afirmación individual y la necesidad de una ética social, donde lo colectivo debe ser punto de partida de una regeneración moral y cívica de la sociedad española.
Los personajes de sus obras literarias, son problemáticos y víctimas del conflicto surgido de las fuertes tensiones entre sus pasiones, y los hábitos y costumbres sociales que regulan sus comportamientos y marcan las distancias entre la libertad y el destino, la imaginación y la conciencia. Sus poemas y sus obras teatrales abordaron los mismos temas de su narrativa: los dramas íntimos, amorosos, religiosos y políticos a través de personajes conflictivos y sensibles ante las formas evidentes de la realidad. Su obra y su vida estuvieron estrechamente relacionadas. Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.
Su primer libro, En torno al casticismo (1895), recoge cinco ensayos, en los que intenta una interpretación del alma española. Hacia 1897 se sitúa una profunda crisis personal y religiosa, fundamental para la evolución de su pensamiento. En 1901 fue nombrado rector de la Universidad salmantina. Confinado en 1924 por sus ataques al rey y al dictador Primo de Rivera, se refugio en Francia de 1925 a 1930. Al advenimiento de la Republica fue elegido diputado a Cortes por Salamanca y reincorporado al rectorado, Jubilado desde 1934, El gobierno rebelde de Burgos le nombra nuevamente rector de la Universidad de Salamanca,
El día 26 de septiembre de 1936 Don Miguel, en nombre de la Universidad de Salamanca, firma una proclama de protesta contra las atrocidades que se atribuyan a aquellos republicanos que pretendían exterminar a sus adversarios antes que ganar la guerra. Más tarde escribió: La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los “hunos y los hotros”. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo.

Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación durante el acto de apertura del curso académico de la Universidad de Salamanca, que se celebro en el PARANINFO, coincidió con la Fiesta de la Hipanidad o de la Raza, el 12 de Octubre de 1936, ya iniciada la guerra civil Española, asistieron el Gobernadar, el Obispo y Carmen Polo de Franco, Millán Astray había llegado escoltado por sus legionarios armados.
Iniciado el acto, varios oradores soltaron tópicos acerca de la «anti-España» haciendo referencia a los vascos y catalanes. "
Indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso en pie y pronunció un apasionado discurso. «Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (...) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...».
En ese punto, el general José Millán-Astray (el cual sentía una profunda enemistad por Unamuno, que le había acusado inopinadamente de corrupción), empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: « ¡Viva la muerte!». En lo que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente calculado, Millán habló: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de « ¡Viva España!».
Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo:
Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de « ¡Viva la muerte!». Esto me suena lo mismo que « ¡Muera la vida!». Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. (...) El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...
Furioso, Millán gritó: «¡Muera la inteligencia!». En un intento de calmar los ánimos, el poeta Pemán exclamó: «¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!».
Unamuno no se amilanó y concluyó: « ¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España».
La esposa de Franco, Carmen Polo, toma del brazo a don Miguel y le acompaña a su casa, rodeados de su guardia personal, lo que evita que el incidente acabe en tragedia. Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno. El proponente, el concejal Rubio Polo, reclamó su expulsión «...por España, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento…; y añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades».
El 22 de octubre, Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como Rector.
Los últimos días de vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, de resignada desolación, desesperación y soledad.
A los pocos días, el 20 ó 21 de octubre, en una entrevista mantenida con el periodista francés Jérôme Tharaud, le decía: No soy, fascista ni bolchevique; soy un solitario…. Triste cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo…/ me iba horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal.

Tras 74 años, aquellos lobos sociales, tuvierón prole de similares creencias, ahora disfrazados de piel de cordero apoyado por las urnas, y por la incultura …, como antaño.


No hay comentarios: