07 septiembre 2010

EL GOBIERNO dictatorial, DENUNCIADO POR BLASCO IBAÑEZ, en su manifiesto “Una nación amordazada por la dictadura Militar (parte 10ª)

Texto original de la brillante proclama de Vicente Blasco Ibáñez.

La familia de un empresario de teatro de Madrid, reblandecido por los años y los excesos, denuncia a la justicia el secuestro en que se hallaba éste bajo el poder de cierta trotadora de aceras, apodada la Caoba, sin duda por el color de su piel. El juez, al enterarse de que la Caoba daba cocaína y otros estupefacientes a su viejo amigo, ordenó su procesamiento... Y es, al llegar a este punto, cuando el director encargado de hacer la felicidad de España, olvida sus importantes ocupaciones para concentrar todas sus facultades de guerrero y estadista en la solución de dicho caso. Sin duda, las amigas que le tutean por la noche en los burdeles de Madrid, solicitaron su auxilio.
-Miguelito, tú que eres tan bueno, debías socorrer a la pobre Caobita.
Y Miguelito escribió al juez para que diese por terminado el asunto no molestando más a la cortesana de bajo vuelo.
El juez, en defensa de sus derechos y de la potestad civil, repuso que la justicia no recibe órdenes y él continuaría ajustándose a su deber, añadiendo que iba a hace figurar en el proceso la carta que le había enviado el dictador. Éste apeló entonces al Tribunal Supremo, jefe de la justicia española, para que castigase al juez. El presidente contestó que su subordinado había procedido con rectitud no atendiendo ninguna recomendación y que él aprobaba su conducta de juez íntegro. Entonces, Miguelito, por dar gusto a sus amigas matriculadas en el Gobierno Civil de Madrid, persiguió al juez y obligó al presidente del Tribunal Supremo a que pidiese su retiro. Todo por la Caobita. ¡Viva la moralidad!

Este dictador, que proclamó la delación un virtud pública, ejerce como dogma de gobierno la violación de la correspondencia y hace abrir las cartas, condenando a los ciudadanos por lo que dicen en ellas confidencialmente.
Mi amigo, el eminente escritor Miguel de Unamuno, una de las inteligencias más poderosas de la Europa contemporánea, y varón de austeras virtudes, fue sentenciado a la deportación en una isla de Canarias por haber escrito una carta a un amigo suyo de la Argentina manifestando sus impresiones sobre el Directorio, carta que dicho amigo publicó por su cuenta en un diario de Buenos Aires.

También el ex ministro conservador señor Osorio y Gallardo envió una carta al señor Maura, político de la extrema derecha, contándole un negocio sucio que acababa de realizar el Directorio. Primo de Rivera hizo abrir la carta y metió en la cárcel a Osorio y Gallardo.

Otras veces, basta un artículo en un periódico de carácter profesional, en el que no se ha fijado la previa censura, para que su autor se vea perseguido. El marqués de Cortina fue deportado a Canarias por un estudio financiero en el que hablaba de los errores económicos del Directorio.

Primo de Rivera, que se preocupa como un comediante de sus efectos escénicos y desfigura la verdad tranquilamente para conseguir un aplauso momentáneo, sabe que él y sus compañeros de generalato no pueden continuar en el poder si muestran una brutalidad descaradamente soldadesca. Por eso se ha preocupado de fundar un partido civil titulado Unión Patriótica, con el propósito de dejar aparentemente el poder en manos de estos comparsas vestidos de paisano, para continuar él gobernando, metido entre bastidores.

Los representantes de España en Marruecos, para conseguir la sumisión de los rifeños, vienen desde hace años afirmando que el gobierno español reconocerá la religión de los mahometanos y la respetará, como Inglaterra, Francia y otros países respetan en sus colonias las religiones de sus habitantes. Pero el biznieto del Fernando VII, en unos cuantos minutos, destruyó esta obra de propaganda, leyendo el discurso escrito por el padre Torres, según el cual España tiene la misión de imponer la cruz a los mahometanos.

Abd-el-Krim, que es una especie de español vestido de moro, y por haber pasado la mayor parte de su vida en Melilla al servicio de España, conoce perfectamente a muchos de sus generales y a Alfonso XIII, no desperdició una ocasión tan propicia para sus planes, e hizo traducir al árabe la pieza literaria del jesuita leída por el rey, repartiéndola en todas las tribus de Marruecos que la monarquía española considera bajo su protectorado.

Hay que saber lo que significa para los mahometanos el Papa y una promesa como la que hizo en el Vaticano Alfonso XIII. El tal discurso reanimó la causa de Abd-el-Krim, dando a éste más partidarios que si repartiese millones. La guerra tomó un carácter religioso gracias al discurso del rey, extendiéndose a la parte occidental, pacífica hasta entonces.

¡Pensar los muchos centenares de españoles que van muertos por esta discreta y oportuna pieza oratoria de Alfonso XIII y el padre Torres!
Si el discurso no fue acogido con una tempestad de aplausos, hay que reconocer que ha provocado una tempestad de balas.

Cuando en el viaje a Italia pasó Alfonso XIII por Valencia, pronunció otro discurso a los postres de un banquete. El rey de España y Primo de Rivera siempre se sienten oradores a los postres de los banquetes y se expresan con la prudencia del ebrio, si es que no cuentan de antemano con un discurso escrito por un jesuita, y les obligan a improvisar.

El rey afirmó que los políticos que habían gobernado con él eran ladrones en su inmensa mayoría y todos ellos ineptos en absoluto, añadiendo que si el Directorio no los hubiese arrojado del poder, habría acaba él solo por encargarse de hacerlo. Tan estúpido e inoportuno resultó el discurso que, no obstante ser obra del rey, los individuos del Directorio residentes en Madrid, que por no haber asistido al banquete tenían el cerebro más claro para juzgar las cosas, prohibieron a los diarios que lo publicasen.

Pero el discurso existió y es oportuno que no caiga en el olvido. Ahora, Alfonso XIII es prisionero del Directorio y recuerda con nostalgia sus dúctiles y obedientes ministerios de hombres civiles que le ponían a veces algunas trabas, pero acababan por cumplir sus voluntades. Le ha ido muy mal con los soldados del Directorio por ser gentes de su misma especie y mentalidad. Sueña con que el tiempo y los desastres le libren de estos crueles preceptores y en tal caso, buscará con su hipocresía sonriente el apoyo de sus antiguos ministros. No sé si éstos se acordarán entonces de este discurso alcohólico pronunciado en Valencia: "casi todos mis ministros fueron ladrones y todos ellos, en absoluto, ineptos e imbéciles."

El fracaso del Directorio no puede ser más absoluto en todos los órdenes de su actividad política y militar. Habló de numerosos ministros que iba a meter en la cárcel; por terribles inmoralidades que pensaba descubrir. Hasta ahora no ha metido en la cárcel más que a gentes honradas a quienes abrió las cartas como un ratero. No ha descubierto ninguna inmoralidad de políticos conocidos, y eso que apeló a los más innobles e inquisitoriales procedimientos contra Alba y otros personajes. Toda su moralización ha consistido en dejar cesantes a unos cuantos empleados que iban tarde a sus oficinas y en procesar a secretarios de pequeños ayuntamientos que cometieron irregularidades de poca monta o descuidos propios de una administración estacionaria. Algunos de estos empleados insignificantes, gentes tímidas, aterradas por el despotismo militar, se han suicidado. El pueblo español, convencido de la mentira moralizadora del Directorio, repite una frase cruel:
-Nos prometió carne de ministro y sólo nos ha dado huesos de pobres empleados.

En cambio, se ha hecho patente la inmoralidad más repugnante y descarada en el seno del ejército. La actual guerra de Marruecos resulta un pretexto para el latrocinio. Jamás se conocieron en el ejército español tantos robos, y como en él existen muchos hombres honrados que callan por disciplina, puede decirse que el ejército en general sufre una vergüenza silenciosa por las rapiñas de una minoría que el Directorio no ha castigado nunca. Los militares que viven austeramente de su sueldo y cuyas familias no gastan un lujo de millonario, desean ver sentenciados a los compañeros indignos que se enriquecen con la guerra. Primo de Rivera no quiere este castigo, no le conviene, pues disgustaría con él a muchos allegados suyos que le apoyan.

El general Bazán, espíritu justiciero, fue comisionado para averiguar los robos cometidos en el ejército de Marruecos, y desde los primeros momentos de su honrada gestión empezaron a salir a la luz enormes rapiñas que representaban muchos millones de pesetas.

Pero Miguelito, por compañerismo o por lo que sea, echó tierra al asunto y hasta ahora nada se ha hecho que demuestre un deseo de moralización enérgica. El Directorio sólo ve ladrones allí donde hay hombres civiles; el que lleva uniforme no puede robar. Y los militares que verdaderamente no han robado, sufren por esta falta de justicia, pues sirve para que confundan a los buenos con los malos y aumente el escepticismo general.

Pero donde el fracaso del directorio resulta más extremado y tristemente grotesco es en lo referente a las operaciones de guerra. Jamás, en tiempos de los ministerios civiles, sufrieron las tropas españolas un fracaso tan enorme como el último ni se sublevó la parte occidental de Marruecos.

Las naciones de la América llamada latina sufren la influencia de este gobierno ilegal. Desde que existe el Directorio, algunos presidentes tiránicos de repúblicas sudamericanas ven una justificación de su conducta en este gobierno militarista de España, a la que llaman "la madre patria".

Alfonso XIII ha ido como un monarca de la Edad Media a leer ante el Papa un discurso en el que no reconoce otros españoles que los católicos, haciendo abstracción de los que viven aparte de tal creencia religiosa, como si los protestantes o los racionalistas no tuviesen derecho a vivir.

Gracias al gobierno del Directorio, el jesuitismo se está apoderando de España. Alfonso XIII durante su permanencia en Roma invitó al general de la Compañía de Jesús a que visitase lo que él llama "mi nación". Creo que por primera vez, desde los tiempos de San Ignacio de Loyola, el general de los jesuitas ha viajado oficialmente por España, y en el momento que escribo estas líneas aún está en ella, recibiendo toda clase de homenajes como una especie de "Rey Negro" que se considera en el fondo de su pensamiento, el verdadero rey de la nación. Alfonso XIII ha pronunciado un discurso más en la Universidad que los jesuitas tienen en Deusto. La Compañía de Jesús aprovecha esta racha de influencia que le proporciona el Directorio y pretende que Miguelito le conceda el privilegio de la enseñanza de la religión en las universidades, medio seguro de tenerlas bajo su influencia.

Ser protestante o tener otras ideas religiosas que las católicas es en España algo vergonzoso que hay que mantener oculto. Los templos no católicos sólo pueden existir en el interior de los edificios, sin tener signos exteriores sobre la calle, disimulándose como si fuesen lugares de perdición.

La persistencia del Directorio militar en el Gobierno y de Alfonso XIII en el trono de España representan un peligro para la paz del mundo. Alfonso XIII está a sueldo de la casa Krupp y de todas las casas alemanas que quieran darle una buena propina.

He dicho en otro capítulo que el rey de España es accionista de la Compañía de Navegación Transmediterránea. Tiene tres mil acciones liberadas que le regalaron a cambio de que apoyase con su influencia a la citada compañía. Esta es la que hace con sus vapores el servicio de tropas y el transporte para la guerra de Marruecos. De ello resulta que el rey tiene un interés financiero en que dure la guerra. Mientras más se prolongue, la Compañía Transmediterránea hará negocios mayores y él podrá cobrar mayores dividendos.

La Transmediterránea poseía unos astilleros importantes en el puerto de Valencia y los ha vendido recientemente a la casa alemana de Krupp. Los accionistas de dicha Compañía de navegación con motivo de tal venta se dividieron en dos grupos. Uno estaba compuesto de accionistas de ideas liberales, partidarios de los aliados. Dicho grupo se resistía a vender los astilleros a Krupp por ser una casa alemana, adivinando la finalidad que perseguía al querer realizar dicha compra. Pero el rey, con sus tres mil acciones, que están representadas por uno de los cortesanos, se decidió a favor de la venta, y esta fue acordada por enorme mayoría. Desde hace meses, los importantes astilleros de Valencia pertenecen a la casa Krupp.
Además, la misma casa Krupp acaba de comprar valiosas fundiciones de hierro en Barcelona y va a adquirir otros establecimientos en Tarragona para hacer instalaciones marítimas y grandes talleres. Todo bajo la protección y el apoyo oculto de Alfonso XIII.

No hay más que examinar un mapa de la costa mediterránea de España, Barcelona, Tarragona, Valencia, todo es ya de Krupp a estas horas, y se dice que el movimiento de expansión alemana va a continuar bajo el protectorado de Primo de Rivera y Alfonso XIII, instalándose nuevos establecimientos de Krupp en Málaga y también en Algeciras, junto a Gibraltar. Francia e Inglaterra dirán qué les parece esto.

Comentario: El Gobierno de la Junta Militar, el llamado Directorio, fue una peligrosa situación en España, como puede serlo cualquier gobierno en el mundo basado en estas ideas de gobierno despóticas, injustas y anacrónico y absurdas.



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