14 noviembre 2010

MARFIRIA RAMÍREZ, ESCRITORA EXCEPCIONAL U OCULTO PERSONAJE?



Marfira Ramirez Pagán difiere de todas las mujeres escritoras, porque no hay certeza de su existencia real. Pudiera ser una de las voces amordazadas solo por ser de un cuerpo femenino, mujeres obligadas al olvido, cuando poseian condiciones intelectuales extraordinarias.

Tras este seudónimo los especialistas creen encubren a una mujer real y apasionada que debió vivir en Valencia y que sería una de las escasas voces femeninas de poesía profana durante la primera mitad del siglo XVI.

Marfira ha llegado hasta nosotros a través de las páginas de Floresta de varía poesía de 1562, una obra impresa en Valencia por un clérigo murciano llamado Diego Ramírez, que estudió en la Universidad de Alcalá, profesó como sacerdote cuando tenía unos veinte años y pasó su vida adulta en Valencia hasta su muerte. La Floresta incluyo escritos religiosos y profanos y está «dirigida al excelentísimo señor duque de Segorbe», del que Ramírez Pagán era capellán, y también a la «señora Doña Leonor Guálvez», para algunos el nombre real de la supuesta poetisa, aunque no está fundamentado.

Marfira no es la única musa a la que canta y loa con sus versos, ya que le responde Dardanio, el alter ego pastoril y bucólico supuesto Ramírez Pagán, pero solo ella replica a los poemas del amado con otros y establece «un diálogo» con tono diferenciado y propio, en un juego de voces falsas común en la literatura posterior del Barroco pero que no cuadra con el tradicional estilo petrarquista y poco innovador del autor que, además, avalando la posible existencia de la dama, sí incluyó en la Floresta composiciones de otros poetas reales.

Cinco sonetos de amor escritos en pleno Siglo de Oro son la única huella de Marfira, con una narración de la entrega de amor en “cuerpo y alma” a Dardanio. Mujer real o personaje literario, valga su voz como despedida y brindis por aquellas voces que se perdieron, no se pronunciaron, ó nunca se escucharon:

Mitiga aquí la sed del julio insano,

pues la que de tu vista me ha crescido

no puedo yo apagar, tan en olvido

me tienes ya, pastor tyrano.

[...]

Assegura, Dardanio, el pensamiento,

que tu Marfira alcança la victoria

en amar sin doblez ni fingimiento.

Entonces faltará toda mi gloria

y yo feneceré en aquel momento

que de mi alma falte tu memoria.

Es posible este amor que se adivina, fuera un amor imposible por ser dama comprometida y el mozo con votos entregados.

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