15 diciembre 2010

EL SALVADOR DE LAS MADRES, IGNACIO FELIPE SEMMELWEIS




Miles de mujeres parturientas le deben la vida, o quizás debiéramos decir…millones.

Todo lo que aquí se hace en este sanatorio me parece muy inútil; los fallecimientos se suceden de la forma más simple. Se continúa operando, sin embargo, sin tratar de saber verdaderamente por qué tal enfermo sucumbe antes que otros en casos idénticos“.

No puedo dormir ya. El desesperante sonido de la campanilla que precede al sacerdote portador del viático, ha penetrado para siempre en la paz de mi alma. Todos los horrores, de los que diariamente soy impotente testigo, me hacen la vida imposible. No puedo permanecer en la situación actual, donde todo es oscuro, donde lo único categórico es el número de muertos”. Semmelweis

El primer tratado de ginecología se tituló “Gynaicologia“ fue escrito en 1630 por Joannes Petrus Lotichius, profesor de la Universidad de Rinteln (Alemania). A finales del siglo XVIII, se extiende la creencia de que son las “miasmas” la causa de las infecciones puérpera les y 1795 no se comienzan a publicar estudios recomendando medidas higiénicas como el lavado de manos tras asistir a enfermas afectadas de este proceso infeccioso y antes de atender nuevos partos, con la utilización de antisépticos antes de reutilizar el instrumental. L. J. Boër, en los comienzos del siglo XIX, comienza a aplicar normas similares en la Maternidad de Viena consiguiendo reducir la mortalidad materna hasta el 0,9%. Su sucesor, el doctor Klein, dejará de aplicarlas, por lo que la mortalidad ascenderá hasta el 29,3%. Oliver Wendell Holmes publica en 1843 “On the Contagiousness of Puerperal Fever”, donde recomienda expresamente que “un médico dedicado a atender partos debe abstenerse de participar en necropsias de mujeres fallecidas por fiebre puerperal, y si lo hiciera deberá lavarse cuidadosamente, cambiar toda su ropa, y esperar al menos 24 horas antes de atender un parto”.

El estamento médico oficial, sin embargo, sigue remiso a aceptar estas conclusiones, y los obstetras europeos y norteamericanos, rechazan públicamente las propuestas de Holmes. En este contexto académico, pero a través de su propia línea de investigación, desarrollará cuatro años después sus investigaciones Semmelweis, en la misma Maternidad de Viena que aún dirigía el Doctor Klein.

(Semmelweiss Ignác Fülöp) más conocido por Ignacio Felipe Semmelweis. Nacido en Hungría 1844, se licencia en Medicina y pasa dos años siguientes trabajando con Rokitansky y dedicado al estudio de la infección en el campo de la cirugía. Actualmente es considerado una de las médicas pioneras en prevención de la infecciones. Consiguió disminuir drásticamente la tasa de mortalidad por sepsis puerperal (fiebre puerperal) entre las mujeres que daban a luz en su hospital mediante la recomendación a los obstretas, de que se lavaran las manos antes de atender los partos y que se limpiara a fondo el material quirúrgico.

En 1846, con 28 años, obtiene el doctorado en obstetricia y es nombrado asistente del profesor Klein, en una de las Maternidades del Hospicio General de Viena. Es el comienzo de una obsesión, que le llevo a la muerte, porque para demostrar a la comunidad científica de su época, la base cierta de su teoría, se corto en un brazo con bisturí infectado, lo que le produjo una infección que le causo la muerte, tenia 47años. El perdió su vida, que la integro a la causa de la ciencia, salvando con su acto heroico miles y miles de vidas.

Fue a finales del siglo XIX cuando la medicina empieza a evolucionar con las disciplinas de higiene para preservar contagios. Luis Pasteur publicaría su hipótesis microbiana, y Joseph Lister demostrarán inequívocamente la naturaleza etiológica de los procesos infecciosos, con ello se lograría imponer la desinfección, la asepsia y la esterilización en todas las especialidades médicas.

En la Maternidad de Viena Semmelweis comienza a observar con preocupación la alta tasa de mortalidad entre las parturientas, entre fuertes dolores, fiebre alta y una intensa fetidez. Esto le lleva a formular la ingeniosa (y correcta) teoría de que los estudiantes transportan algún tipo de “materia putrefacta” desde los cadáveres hasta las mujeres, siendo ese el origen de la fiebre puerperal.

El doctor Klein no está de acuerdo con las conclusiones de Semmelweis tiene sus propias teorías acerca del problema hasta el hecho de que la mayor parte de ellos sean extranjeros (procedentes de Hungría, sobre todo). Klein llega a expulsar a 22 de sus estudiantes, quedándose tan sólo con 20, pero esto no mejora la situación entre las mujeres que acuden a la clínica para dar a luz.En Octubre decide instalar un lavabo a la entrada de la sala de partos y obliga a los estudiantes a lavarse las manos antes de examinar a las embarazadas. El doctor Klein se niega a aceptar esta medida y a su ayudante.

Conoce la noticia de la muerte de Kolletchka, profesor de anatomía, tras producirse una herida durante una disección y desarrollar unos síntomas similares a los de la fiebre puerperal. Este hecho le convence de que la causa son ciertos exudados presentes en los cadáveres:

Dice Semmelweis “Este acontecimiento me sensibilizó extraordinariamente y, cuando conocí todos los detalles de la enfermedad que le había matado, la noción de identidad de este mal con la infección puerperal de la que morían las parturientas se impuso tan bruscamente en mi espíritu, con una claridad tan deslumbradora, que desde entonces dejé de buscar por otros sitios.”

Inmediatamente decide preparar una solución de cloruro cálcico y obliga a todos los estudiantes que hayan estado trabajando en el pabellón de disecciones ese día o el anterior a lavarse antes de examinar a las embarazadas, con lo que la mortalidad, extiende la práctica del lavado con cloruro cálcico a cualquiera que vaya a examinar a las embarazadas, y la mortalidad cae al 0,23%.

Y sin embargo, por vanidad o por envidia, los principales cirujanos y obstetras europeos ignoran o rechazan su descubrimiento. Llegan a afirmar que no es posible reproducir los resultados de su experimento, y que ha falseado las estadísticas obtenidas. Solo cinco profesores le mostrarán apoyo público: Skoda, Rokitansky, Hébra, Heller y Helm. Sin embargo en la corte prevalece la opinión del doctor Klein y Semmelweis es expulsado de la Maternidad.

En palabras del profesor Hebra: “Cuando se haga la Historia de los errores humanos se encontrarán difícilmente ejemplos de esta clase y provocará asombro que hombres tan competentes, tan especializados, pudiesen, en su propia ciencia, ser tan ciegos, tan estúpidos”.

Se traslada de nuevo a su ciudad natal, donde escribe su principal obra: De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal. Es nombrado profesor de la Maternidad del clínico de la Universidad de Pest, y a partir de ese momento prácticamente desaparece la mortalidad por sepsis puerperal. El ambiente hostil le empuja a escribir una carta a todos los profesores de obstetricia:

“Me habría gustado mucho que mi descubrimiento fuese de orden físico, porque se explique la luz como se explique no por eso deja de alumbrar, en nada depende de los físicos. Mi descubrimiento, depende de los tocólogos. Y con esto ya está todo dicho… ¡Asesinos! Llamo yo a todos los que se oponen a las normas que he prescrito para evitar la fiebre puerperal. Contra ellos, me levanto como resuelto adversario, tal como debe uno alzarse contra los partidarios de un crimen! Para mí, no hay otra forma de tratarles que como asesinos. ¡Y todos los que tengan el corazón en su sitio pensarán como yo! No es necesario cerrar las salas de maternidad para que cesen los desastres que deploramos, sino que conviene echar a los tocólogos, ya que son ellos los que se comportan como auténticas epidemias…”

El Hospicio General de Viena es actualmente un edificio rosa con verja negra; en su interior puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con la inscripción: “El salvador de las madres”.

Florián Yubero

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